Tú

Te admiro tanto…
Sí, a ti…que no te arrugas cuando hay que remangarse y echarle un par de ovarios a la vida, que siempre sonríes cuando la cosa se torna jodidamente complicada y sueltas un “bah, tampoco es un problema, verás que lo solucionamos…”
Y es verdad, lo solucionamos…
Te admiro. Porque siempre estás ahí diciéndome tira pa’lante muchacha…¿te vas acojonar ahora? Y tienes razón. Las cosas que se hacen con el corazón, siempre salen bien…
Me costó descubrir que existías, desde el principio, paralela a mi. Que siempre me hablabas con esa expresión ingenua, encogiéndote de hombros, sin entender mis miedos. Lo que yo percibía como un abismo insalvable para ti era una simple grieta en el asfalto que, de un simple salto, dejaríamos atrás sin necesidad de darle más importancia. Me has demostrado durante años que se puede vivir sin tener miedo, porque como tú siempre dices, «el miedo es como el fantasma que vive en el sótano, nunca está allí cuando enciendes la luz…»
¡¡Qué voy a hacer contigo…!! Eres una loca idealista, soñadora sin límites ni remedio. Un alma viajera que no me dejará quedarme quieta en un sitio, ¿verdad? Me arrastrarás sin descanso a impregnarme de cada rincón desconocido de este maravilloso planeta y me obligarás a crecer. No dejarás lugar a las dudas, ni a los juicios, ni a los prejuicios… Que cada palo aguante su vela, me dices siempre. Y tienes tanta razón…
Soltaremos amarras entonces. Miraremos horizontes escarlata juntas. Y le daremos prioridad a la VIDA por encima de todo. Porque al fin y al cabo, no tenemos otra cosa…
Texto: Sandra Oval
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Hagámoslo

Hagámoslo

Hagámoslo
Mañana comienza otro año, otra década. Otra etapa. Y ya estoy como los niños chicos, de puntillas, con los ojos muy abiertos y el cuello estirado a todo lo que da, tratando de mirar por encima del presente y cotilleando ansiosa por saber si el futuro inmediato se acerca con las manos llenas.
He recogido mi vida. Separé lo imprescindible de lo necesario y lo importante de lo urgente. Llené un par de cajas de complejos absurdos que por fin terminaron en la basura. Me pasaba el día tratando de esconderlos y al final solo consiguen atrabancarte la vida.
También me libré de unos cuantos miedos que creo haber dejado atrás. Aunque tengo que confesar que, de vez en cuando, miro por el rabillo del ojo para asegurarme de que no me siguen. Y es que a veces intentar deshacerme de pensamientos recurrentes se me antoja desesperante, como pelearte con algo pegajoso que de pronto se te queda pegado en los dedos y por más que sacudes la mano no acaba de desprenderse.
Dejé para el final la ardua tarea de enfrentarme a limpiar viejos rencores incrustados, escondidos en oscuros recovecos de mi corazón donde ya nunca quería mirar. Mira que guardamos mierda…
Y en la maleta, alegría. Que lo ocupa casi todo. Serenidad y confianza. Quizás algo de incertidumbre, también un poco de magua y en el resto del espacio, las prioridades ordenadas. Puse los sueños primero, por delante de los “peros”, de los “quizás más adelante” y de los “cuando tenga dinero”.
Y me lancé al vacío. Al de dentro. Al que no atiende a razones ni a consejos ajenos. Al que me susurra paciente y desde hace mucho tiempo, una palabra que, por cansina, se ha convertido en un mantra: “Hagámoslo”
Y lo hice. Con los profundos vientos del sur he puesto ya rumbo al norte, al norte de mi vida. Con los ojos llenos de sueños, atado un pañuelo en el pelo y para siempre tatuada en la piel, una rosa de los vientos…
¿Y tú, tienes algún hagámoslo susurrando ahí dentro?
Feliz 2020
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