
Por fin pude verte, papá.
Hoy me encontré de frente con la certeza de que te he amado cada segundo de mi vida. Con el vacío que durante años traté de llenar buscando en otras miradas, el amor de la tuya. Me precipité a tu puerta sin el aplomo que da el haber buscado las palabras correctas, con la sensación incontenible de que mis entrañas necesitaban vomitar mi amor callado, mi carencia de ti.
Me encontré de frente con tu andar lento, con tu nostalgia a cuestas arropada bajo una manta, con tu humor de antaño teñido ahora de apagada tristeza, me encontré con tu dolor y tu abandono escondidos con prisa, en un vano intento de que yo no pudiera verlos. Hoy por primera vez en mi vida, tropecé con el asomo de tu miedo y con tu olor penetrante a envejecida soledad.
Hoy te vi papá, como probablemente jamás lo había hecho, me perdí en tus ojos oscuros, tras los que vacilante, me rogabas con el silencio de tu mirada sincera, que me asomara a tu corazón indefenso y cansado. Bajamos la guardia, ambos nos rendimos, nuestro ego asustado e inflexible, atrincherado durante décadas tras la ausencia de caricias, no tuvo voz. Y mi corazón, vacío ahora de resentimiento y lleno del amor consciente que asiente en silencio y no espera nada, pudo verte por fin.
Hoy me encontré con tu amor papá. Y con el mío. Con la alegría del recuerdo que con los años probablemente olvidé en algún rincón polvoriento de mi mente, con el sonido que tus voces entretejían, justo antes de irme a dormir, aquella suerte de personajes con los que yo jugaba de niña… Me encontré de frente con el niño que siempre fuiste y nunca quiso crecer del todo, con tu infancia eterna de sabor amargo, de la que a dura escapaste con las alas de tu imaginación. Lenta y callada espera, aquella que al final del camino, te devuelva de nuevo a los brazos de tu madre, el gran amor de tu vida.
Gracias papá. Por ser mi padre. Porque todo tuvo que ser así. Porque he crecido contigo y sin ti. Y porque por fin hoy mi alma pudo ver la tuya. Ahora sí te veo papá. Ahora sé que te quiero.
Sandra