Te admiro tanto…
Sí, a ti…que no te arrugas cuando hay que remangarse y echarle un par de ovarios a la vida, que siempre sonríes cuando la cosa se torna jodidamente complicada y sueltas un “bah, tampoco es un problema, verás que lo solucionamos…”
Y es verdad, lo solucionamos…
Te admiro. Porque siempre estás ahí diciéndome tira pa’lante muchacha…¿te vas acojonar ahora? Y tienes razón. Las cosas que se hacen con el corazón, siempre salen bien…
Me costó descubrir que existías, desde el principio, paralela a mi. Que siempre me hablabas con esa expresión ingenua, encogiéndote de hombros, sin entender mis miedos. Lo que yo percibía como un abismo insalvable para ti era una simple grieta en el asfalto que, de un simple salto, dejaríamos atrás sin necesidad de darle más importancia. Me has demostrado durante años que se puede vivir sin tener miedo, porque como tú siempre dices, «el miedo es como el fantasma que vive en el sótano, nunca está allí cuando enciendes la luz…»
¡¡Qué voy a hacer contigo…!! Eres una loca idealista, soñadora sin límites ni remedio. Un alma viajera que no me dejará quedarme quieta en un sitio, ¿verdad? Me arrastrarás sin descanso a impregnarme de cada rincón desconocido de este maravilloso planeta y me obligarás a crecer. No dejarás lugar a las dudas, ni a los juicios, ni a los prejuicios… Que cada palo aguante su vela, me dices siempre. Y tienes tanta razón…
Soltaremos amarras entonces. Miraremos horizontes escarlata juntas. Y le daremos prioridad a la VIDA por encima de todo. Porque al fin y al cabo, no tenemos otra cosa…
Texto: Sandra Oval
Compartir