
Viajar te cambia
Cuando viajas se produce un extraño efecto mágico. Creces y empequeñeces al mismo tiempo. Creces, porque hay partes de ti que se expanden. El corazón se amplía y se estira como el cuero de un tambor, para hacer sitio a nuevas personas que se cuelan en él sin pedir permiso. Nuevos lugares se quedan para siempre a vivir en ti, porque ya no puedes dejar de sentirlos dentro, como una huella imborrable de la que no puedes desprenderte aunque quisieras…
Los sentidos se te disparan en una algarabía de sensaciones que ni siquiera intentas ordenar porque su caos te envuelve y te abandonas a él…
La mente se abre como un paracaídas cuando nuevas creencias, nuevos retos y nuevas experiencias empiezan a formar parte de lo que eres. Viajar te cambia. De pronto valoras cosas a las que antes no dabas importancia o en las que nunca habías reparado. Tomas conciencia de que lo que considerabas privilegios en tu vida, quizás no lo son tanto y de que en realidad, es probable que sin saberlo, estés viviendo con más carencias de las que pensabas, porque lo cierto es que de lo verdaderamente importante, tenemos demasiado poco…

Viajar te hace crecer, pero también te empequeñece. Te pone en tu sitio. Te ha ce sentir chiquito, ínfimo ante la magnitud de la naturaleza que descubres, ante la humildad y sencillez con la que sobreviven otros, ante la capacidad de disfrutar de las pequeñas cosas que algunos de nosotros hemos olvidado. Y es entonces, cuando desapareces ante la diferencia. El ego se calla y se queda sin argumentos porque a veces la vida, cuando quiere, es absolutamente contundente.
Texto y Fotografía: Sandra Oval